viernes, 21 de septiembre de 2007

Tarea de paráfrasis

Haga las paráfrasis correspondientes:


“La mayoría de los coches que admiten gasóleo de automoción pueden también utilizar un combustible procedente de la transformación y refinado de aceites vegetales de plantas oleaginosas, como el girasol o la colza, o de aceites de cocina usados.” Escrito por Javier Rico en la página 106.

“Además, la economía del país se reactivó después de la crisis del 98. Los capitanes de empresa comenzaron a invertir nuevamente, los empresarios han sacado buenos dividendos, los bancos prestan dinero y, por si fuera poco, el crecimiento, según se ha anunciado, puede llegar a ser superior a 5 % en el primer año de su segundo gobierno.” Escrito por María Jimena Dussán, en la página 38.

“Solamente a quienes han hecho del aburrimiento una religión se les puede ocurrir que el trabajo, además de práctico, algo que dignifica al hombre. Un laborar por lo general mal asalariado, no puede verse como un hecho de vitalidad o de plenitud. Sin embargo, en muchos rincones del mundo se levantan esculturas y loas a ese tipo de trabajo.” Escrito por Juan Manuel Roca, en la página 110.

“La ilegitimidad esencial del mestizo, su sentido del disfraz, su orfandad le condujeron, con frecuencia, a la negación nihilista, a la falta de compromiso, al alcoholismo, al fatalismo, a la melancolía, al derrotismo. Socialmente si no era un vago, un hombre sin oficio conocido, buscaba ocupación en los menesteres más humildes: barbero, cantinero, sangrador, carnicero, mercachifle, artesano.” Escrito por Juan Valdano, en la página 157.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Ciencia, medicina tradicional y medicina occidental

Desde el ingreso de la República Popular de China a las Naciones Unidas, ocurrido en la década de los años 70, se empezó a manejar en la Organización Mundial de la Salud el concepto de medicina “tradicional”. Con este término se hace referencia a un conjunto muy heterogéneo de ideas sobre la enfermedad, de procedimientos diagnósticos y sobre todo de medidas terapéuticas, que constituyen el contenido de las medicinas conocidas también como “autóctonas”, “indígenas”, “populares”, o “marginadas”. Todas estas medicinas tradicionales tienden a contrastarse con la llamada medicina “occidental”, que se identifica como la medicina científica, tecnológica y alopática actual. Gracias a una muy bien llevada campaña propagandista, el éxito del programa chino de medicinas “paralelas”, que combina los recursos de ambas posturas en la atención de los problemas de la salud de sus 1 000 millones de habitantes, es ahora conocido en todo el mundo.
En muchos otros países el equilibrio entre la medicina tradicional y occidental es menos armónico, inclinándose, casi siempre que el desarrollo socioeconómico y cultural lo permite, del lado de la medicina científica y tecnológica, mientras que entre los grandes núcleos de población económicamente débil de los países subdesarrollados lo todavía prevalece son las medicinas tradicionales. La asociación entre la afluencia económica, el desarrollo de la cultura y la preferencia por la medicina occidental podría sugerir que las medicinas tradicionales pierden terreno frente a los embates de la ciencia y la tecnología, que poco ha poco han ido sustituyendo al empirismo y a la imaginación sobrenatural, por el conocimiento más sólido y objetivo generado por su famoso método “científico” de trabajo. Sin embargo, las cosas son mucho más complicadas e interesantes que eso.
En primer lugar, las medicinas tradicionales y la medicina occidental tienen mucho en común: la poderosa influencia psicológica de la presencia del médico (o curandero, naturista, mago, osteópata, brujo, balneólogo, yerbero, etc.) en la actitud mental del paciente ante su enfermedad; el uso de muchos procedimientos terapéuticos similares, sobre todo ante problemas tan antiguos como fracturas, hemorragias, heridas traumáticas, embarazo y parto, picaduras de serpiente, enfermedades de la piel y senilidad; la administración de numerosas sustancias de diversos orígenes y con distintos grados de pureza, de las que la inmensa mayoría no sirve para absolutamente nada, otros son venenos más o menos potentes, y unas cuantas tienen efectos farmacológicos y/o terapéuticos maravillosos; la historia natural de la enfermedad, que en muchos casos tiende a curarse de forma espontánea, frecuentemente a pesar de lo que médicos tradicionales y occidentales recomienden como tratamiento (la tendencia y los poderes intrínsecos del organismo para recuperar la salud se conocen desde principios de la historia y fue bautizada en latín como vis medicatrix natura; como todo en medicina, su existencia ha sido aceptada por muchos y negada por otros tantos a través del tiempo. En nuestro siglo, sus partidarios la conocemos como homeostasis y la conferimos un papel fundamental en la biología normal y patológica).
En segundo lugar, las medicinas tradicionales y la medicina occidental no son productos culturales asiáticos e independientes entre sí, sino todo lo contrario; cuando se les contempla en forma y con conciencia histórica, hasta resultan ser parientes cercanos. El parentesco no es por compadrazgos o relaciones políticas; se trata de miembros de la misma familia, por cuyas venas corre la misma sangre ancestral. La medicina moderna inició su carrera hace más de 30 siglos y siempre ha conservado su mismo carácter ambivalente de oficio y profesión, de emprirismo y análisis objetivo, de arte (en el sentido del artesano, no del aritsta) y ciencia. Las raíces primitivas e irracionales de las ideas más avanzadas de la medicina moderna no son motivo de ruborización sino de orgullo. La superación de un concepto anticuado por otro moderno no debe ser motivo de mofa despectiva sino más bien de gratitud y reconocimiento filial a su contribución. Es como si los padres, al transformarse en abuelos, se convirtieran de cariñosos generadores de de la vida y todas sus dulzuras para sus hijos, en molestos y hasta malignos espíritus para sus nietos. Como feliz miembro del gremio de los abuelos, me consta que tal postura es completamente falsa.
En tercer lugar, en nuestro medio la medicina tradicional está haciendo un loable esfuerzo por incorporarse al nivel científico del siglo XX. Como este parece ser un primer intento, todavía se perciben rezagos de irracionalidad en su postura. Un ejemplo es la convicción de que todo el herbolario tradicional contiene principios farmacológicamente activos y relevantes a los diferentes problemas patológicos en que se usan. Tal convicción se basa en el hecho real de que algunas yerbas definitivamente sí tienen principios activos con efectos farmacológicos interesantes que deberían ser estudiados y aprovechados, como por ejemplo el zoapatle. Pero de ahí a asegurar que “…de no existir cientos de terapeutas tradicionales y los miles de recursos herbolarios, las curvas de mortalidad se verían notablemente modificadas, y no para mejorar precisamente…” hay todavía una enorme distancia.
La medicina occidental ha heredado mucho de las medicinas tradicionales y todavía va a incorporar mucho más de ese rico acervo de sabiduría empírica. Pero si va a seguir siendo científica, tendrá que hacerlo exigiendo pruebas objetivas en lugar de actos de fe, hechos rigurosamente documentados, en lugar de declaraciones de creencias o convicciones, y sobre todo haciendo caso omiso de argumentos demagógicos apoyados en un pretendido nacionalismo que la califica como “colonialismo cultural”. La medicina contínua del charlatanismo, entre cuyos disfraces favoritos están precisamente las medicinas tradicionales o populares; para distinguir con claridad entre los impostores y elementos genuinos y valiosos de la medicina autóctona, el único recurso es aplicarles el mismo tipo de análisis crítico riguroso que la medicina científica usa para sus propios conceptos y procedimientos. Mientras eso no se haga, toda la riqueza farmacológica encerrada en las yerbas pretendidamente medicinales seguirá siendo hipotética y confidencial.

Adaptado de :

Pérez Tamayo, Ruy. Acerca de Minerva. México D.F.:Fondo de Cultura Económica, 2002.

martes, 11 de septiembre de 2007

CRITERIOS DE CALIFICACIÓN DE LOS PÁRRAFOS DEL PRIMER TALLER/DEBER

1. ¿Se sigue el formato de presentación de M.L.A. (membrete con los datos, doble espacio?*
2. ¿Tiene el párrafo oración de enganche?
3. ¿La oración de enganche logra captar la atención del lector?
4. ¿La oración de enganche está escrita sin faltas de ortografía, sin problemas de redacción y es lógica?
5. ¿La oración central presenta el asunto claramente delimitado?
6. ¿La oración central presenta el punto de enfoque del párrafo?
7. ¿La oración central está escrita sin faltas de ortografía, sin problemas de redacción y es lógica?
8. ¿La primera oración de apoyo se relaciona directamente con la oración central?
9. ¿La primera oración de apoyo sustenta la oración central?
10. ¿La primera oración de apoyo está escrita sin faltas de ortografía, sin problemas de redacción y es lógica?
11. ¿La segunda oración de apoyo se relaciona directamente con la oración central?
12. ¿La segunda oración de apoyo sustenta la oración central?
13. ¿La segunda oración de apoyo está escrita sin faltas de ortografía, sin problemas de redacción y es lógica?
14. ¿La tercera oración de apoyo se relaciona directamente con la oración central?
15. ¿La tercera oración de apoyo sustenta la oración central?
16. ¿La tercera oración de apoyo está escrita sin faltas de ortografía, sin problemas de redacción y es lógica?
17. ¿La conclusión hace una recapitulación de la oración central?
18. ¿Añade información o solo refuerza lo que se ha afirmado en el párrafo?
19. ¿La conclusión está escrita sin faltas de ortografía, sin problemas de redacción y es lógica?
20. ¿Globalmente, logra el párrafo sustentar lo afirmado en la oración central?